Históricamente siempre se ha tenido el concepto, que los países desarrollados no presentan mayores inconvenientes en materia económica. Donde esa suposición es totalmente falsa, si nos basamos que en los Estados Unidos la cifra de la inflación subió un 7,5%, convirtiéndose además en la estadística más alta de los últimos 40 años.
Mientras en Europa, un continente sumamente azotado por la pandemia desde el 2020, el panorama es incierto al no saberse con claridad los números del incremento de la alza en relación con el año pasado. Pero si analizamos el tema desde Latinoamérica, podemos observar un pequeño avance de la economía al subir un 6,2%.
En ese contexto, haciendo la comparación con Colombia, actualmente estamos atravesando un problema muy grande, que ha sido el disparo de los precios de la canasta familiar, con un 19,98%, su variación anual más elevada en la historia y que impacta de manera particular a los más pobres.
Precisamente las principales causas del aumento de la inflación han sido por factores externos, como el confinamiento estricto que provocó una caída en la producción y un quiebre de las cadenas de suministros. Además muchos gobiernos establecieron mecanismos de subsidios e inyectaron dinero extraordinario a las medianas y pequeñas empresas. Pero cuando todo volvió a la normalidad con la reapertura total del comercio, aumentó significativamente el consumo, los precios del petróleo, carbón y gas se dispararon y se presentó una crisis mundial en el transporte marítimo.
En conclusión, el Banco de la República elevó a cien puntos su tasa de interés y es previsible que los aumentos sigan al menos hasta mediados de año. Aunque la devaluación sigue siendo negativa y el Banco hizo lo que le correspondía, el riesgo está en que se frene el crecimiento de la economía y, por esa vía, se afecte la generación de empleo.
Columnista: Sebastián López Alzate