Para hablar correctamente en público, puede ser útil la lectura del libro clásico del autor Dale Carnegie titulado “Cómo ganar amigos” o por otra parte, el “Mono desnudo” de Desmond Morris, dos obras literarias que pueden ayudar a incrementar de forma sustancial la calidad del discurso. En particular, servirá también para conocer las formas en que otras personas se traicionan a sí mismas mediante signos corporales y para evitar estos errores en sus propias actuaciones públicas.
El contacto visual, por ejemplo, tiene una importancia crucial para hablar en público con éxito, tanto si se hace de pie como si se hace sentado. Bajar la mirada, mover los ojos o no atreverse a mirar cara a cara al público constituyen síntomas típicos de nerviosismo, además en medio del discurso en caso de sentir náuseas en el estómago, lo mejor que se puede hacer es dirigir la vista hacia algún rostro amistoso y hablar como si se estuviera dirigiendo sólo a él.
Aunque se debe limitar en lo posible los gestos, con ellos se debe dar énfasis en las palabras, pero sin quitarle valor a sus significados. Al hablar, no tratar tampoco de mover el cuerpo y para dominar completamente el auditorio, adoptar una postura erguida. Entendiendo que hay personas a las que les gusta moverse entré los invitados, para involucrarse o para conseguir un determinado efecto.
Aun así la efectividad de un gesto no depende de su vigor ni de su amplitud. Economizar en lo posible, los movimientos, si se halla sentado en una situación determinada, mantener las manos alejadas de la cara y de la boca. Por supuesto hay que evitar los efectos inconscientes o nerviosos, tales como morderse las uñas, golpear a la mesa con los dedos o el lápiz, agitar monedas en el bolsillo, etc.
Finalmente la expresión facial debe ajustarse al asunto del que se está hablando. Personalmente recuerdo un día de hace mucho tiempo, cuando estaba recordando por medio de una sonrisa a una persona que falleció, mientras me encontraba en el momento de su misma velación, por más de que no era el lugar apropiado, la razón principal se debió a que la persona que estaba a mi lado me acababa de contar una hermosa historia relativa al difunto. El hecho no tuvo importancia, pero es necesario reflejar siempre en nuestro rostro el estado de ánimo del momento en donde estemos. Por el contrario, si se pretende hacer reír a la sociedad, nuestra expresión debe indicar el sentido jocoso de lo que estamos contando.
Columnista: Sebastián López Alzate