La contaminación es un tema que rodea al ser humano constantemente, porque por donde se observa es evidente la suciedad, por donde quiera que se pase en el trabajo, en el hogar y en la calle hay basura difícil de remover, porque se confunde con el panorama o porque ya pertenece a él, porque ya hace parte de la cultura y de la esencia del ser humano.
El daño ambiental conforma una de las características más importantes de la existencia del ser humano y el compromiso sobre su limpieza es tan difícil y lejano como las ideas que necesita la naturaleza para ser salvada de los antivalores ambientales. El medio ambiente está perturbado y busca un refugio en alguno de los corazones que lo pueda leer o esperando una respuesta en alguna palabra que lo quiera defender.
De esta manera es como habla la naturaleza al mundo, a las personas que la maltratan, que la invaden, que la roban con el pretexto de la supervivencia, sin importarle cuántos árboles debe derribar, cuántos nidos debe destruir, cuantas madrigueras debe invadir, sin importarle cuántos cauces de ríos y quebradas tiene que cambiar.
Donde lo triste es que a nadie le importa y mucho menos le interesa el futuro de la tierra porque resuelven los problemas por encima de lo que pueda pasar, así las consecuencias las sufran las nuevas generaciones. Posiblemente en el campo es más notoria la contaminación porque las posibilidades de servicios son más escasas y por lo tanto se generan más focos de contagio por microorganismos que se reproducen, y los hombres, no cuidan las fuentes de agua y estas un día reclaman su cauce y abren caminos arrancando árboles y tierras causando las avalanchas, las inundaciones y aun así el hombre se sigue preguntando en la actualidad el por qué de estos fenómenos naturales.
El planteamiento de esta situación hace necesaria la intervención del estado como una organización o un ente regenerativo de la sociedad para salvar al mundo de la problemática ambiental. Según este pensamiento, se debe actuar de manera coherente, si se desea que los aprendizajes de las personas se propaguen en el tiempo para el cambio de la humanidad.
Columnista: Sebastián López Alzate