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La inestabilidad de la educación


No es un secreto que en Colombia existe educación de primera, de segunda y de tercera categoría, y que el nivel socioeconómico condiciona a cuál se puede acceder. Teniendo en cuenta, que sin equidad la educación, en vez de contribuir a la movilidad social y a la reducción de desigualdades, sólo seguirá perpetuándolas. Sin embargo, al analizar la situación política, social y económica del país, y la participación de las élites en ella, se podría afirmar además que realmente ninguna educación es buena, ni siquiera la que reciben los más privilegiados.

Además, Julio Carrizosa en su libro “Colombia compleja” afirma que siempre nos gobiernan hombres y mujeres a quienes sólo se les ocurren soluciones simples para un país extremadamente complejo y diverso. Una clase dirigente de personas estudiadas, viajadas y llenas de recursos, pero absolutamente inexpertas, amenazadas por lo diferente y miedosas de asumir retos profesionales.

Aquí ninguna educación es buena, porque la que supuestamente lo es no logra hacer reflexionar a quienes cuentan con el beneficio de acceder a ella, ni transmitirles sus responsabilidades por ser los acreedores de semejantes beneficios. 

Obvio, excepciones hay miles, pero todavía insuficientes para lograr gobernar una nación al servicio de todos, considerando sus complejidades y gran diversidad. Por eso nuevamente estamos condenados a escoger entre el bien y el mal, cuya definición depende de en qué lado de los privilegios estamos.

Columnista: Sebastián López Alzate

Educación

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