La fragilidad en materia de seguridad tiene muchas facetas. Nos enfrentamos a la inseguridad ciudadana, alimentaria, social, vial, laboral y hasta a la misma informática. Solo por mencionar algunas de las más frecuentes tipologías a las que nosotros los colombianos nos enfrentamos todos los días. En hogares, lugares de trabajo, en instituciones académicas, en los trayectos de un lado a otro; no hay un lugar exento en el que la inseguridad brille por su ausencia.
Según la encuesta de Convivencia y Seguridad Ciudadana, realizada por el Dane, las ciudades capitales con mayor percepción de inseguridad vienen siendo Bogotá 77%, Cúcuta 73%, Cartagena 72%, Pasto 71% y Cali 68%. Pero pasemos a cifras más tangibles que se pueden tomar fácilmente de los reportes de la Policía Nacional de este año.
Los datos arrojan que el hurto aumentó un 18 % en comparación al año pasado, lo que podría representar unos 800 hurtos aproximados por día a lo largo y ancho del país (únicamente los reportados); en más o menos dos, de cada diez robos, se utiliza algún arma de intimidación, bien sea de fuego o cortopunzante. Los días en que más se roba suelen ser los viernes y sábados, y el 80 % de estos tienen a una motocicleta como medio de escape.
Pero el problema tiene varias perspectivas. Si bien la inseguridad cotidiana ha tratado de combatirse con medidas como el aumento de fuerza policial en diferentes puntos estratégicos o algunas muy criticadas como la prohibición del parrillero, todo parece ser insuficiente. Aunque solamente es una pequeña parte del problema a tratar.
No sentirse a salvo en ningún lugar y bajo muchos criterios, como los anteriores, es una sensación que debe mermarse bajo propuestas verdaderamente sólidas que impliquen, por ejemplo, mejores funciones judiciales y medidas concretas que permitan evadir los procesos culminados por vencimientos de términos o un mejor procesamiento en diversos casos de flagrancia delictiva por delitos que van en aumento, afectando directamente a las personas y que no se tramitan con la debida diligencia.
Columnista: Sebastián López Alzate