Recuerdo muy bien cuando el 9 de julio del año 2006 en el estadio Olímpico de Berlín, la Selección Italiana consiguió su última Copa del mundo al derrotar por la vía de los penaltis a Francia, tras haber finalizado el partido empatado a un gol en tiempo reglamentario. Además, con el recuerdo imborrable del momento en que Fabio Cannavaro levantó con sus manos el título más deseado del fútbol, pero en el que pocos han tenido la fortuna de ganarlo o simplemente tocarlo.
Donde desde esa fecha hasta la actualidad, el equipo de la «Nazionale “ increíblemente no volvió a ser protagonista porque en Sudáfrica 2010 y Brasil 2014 sucumbieron rápidamente en la fase de grupos. Aun así, esos dos fracasos deportivos solo eran el comienzo de una nueva pesadilla si tenemos en cuenta que hace cuatro años en Rusia, no estuvieron presentes al haber sido eliminados ante Suecia en el estadio San Siro de Milán o como les volvió a ocurrir en el pasado mes de marzo en la repesca europea cuando perdieron de locales 0 -1 en Palermo ante la modesta Macedonia del Norte, para llegar a una racha negativa de 8 años consecutivos sin estar participando en el torneo de la elite mundial.
Pero más allá de los malos resultados hubo una leyenda, un soldado, un capitán y un emperador romano que enfrentó demasiadas batallas como el sabor dulce de la victoria y la amargura de las humillaciones, como la que vivió por ejemplo en Ucrania con el subcampeonato de la Euro 2012 tras una goleada que sufrió a manos de España 4 por 0.
Su nombre es nada más y nada menos que el defensor central de 37 años Giorgio Chiellini, que el pasado día miércoles ante Argentina en Wembley le puso punto final a su carrera como jugador internacional con 117 partidos disputados desde su debut en 2004 y que lo dejo a la vez en la cuarta posición como el futbolista con más internacionalidades en la historia de la “Azzurra” por detrás de grandes nombres como Buffon, Paolo Maldini y el ya mencionado Cannavaro.
De todas maneras, el año pasado Chiellini pudo disfrutar de la única alegría que le faltaba, que era ser campeón con la camiseta de su país, al haber obtenido la medalla de oro tras la consagración en la Eurocopa 2021 con un equipo que lideró de principio a fin con carácter, liderazgo, ejemplo y sentido de pertenencia. Unos valores que cada vez se están perdiendo y que le permitieron convertirse en un verdadero gladiador.
Columnista: Sebastián López Alzate