Alejandro Gaviria, el próximo Ministro de Educación, tendrá muchos retos para alcanzar en sus objetivos, por lo que deberá aprovechar su visión liberal, moderna y vanguardista para darle un enfoque diferente al manejo de la educación en Colombia.
Aunque la promoción de la lectura nunca ha sido protagonista en la política pública, el país tiene un vacío enorme en esta materia que nos hace menos competitivos, analíticos y capaces de entender los principios humanistas que se aprenden a través de las letras. Teniendo en cuenta que históricamente ha habido un esfuerzo presupuestal articulado entre el Ministerio de Educación y el Ministerio de Cultura para llevar el acceso a los libros en los diferentes colegios públicos a lo largo del país, a partir de los resultados en las pruebas PISA y de la Encuesta Nacional de Lectura del DANE se puede ver que a esta política le falta, como a la mayoría en Colombia, un enfoque territorial.
Si bien las medidas que se vayan adoptar en cuanto la promoción del libro y la lectura deben ser mancomunadas entre Cultura y Educación; por la naturaleza del problema, que empieza en los colegios, la iniciativa debería estar en cabeza del Ministerio de Educación en estrecha relación con la secretarías de educación municipales.
Porque es necesario hacer un diagnóstico inicial, a partir de las encuestas que se han adelantado en diferentes colegios públicos, especialmente en la región Caribe, uno de los problemas más graves es la escasez de libros y material bibliográfico que sea acorde a los intereses y necesidades de aprendizaje de niños y niñas.
Además por medio de las cifras generales de la Encuesta Nacional de Lectura el promedio de libros leídos al año en todo el territorio nacional, que es de 5,1, está lejos de ser la realidad de muchos colombianos que viven en las regiones. En especial, las capitales de la región Caribe están dentro de las ciudades cabeceras con índices más bajos de lectura en el país, mientras en Medellín y Bogotá sus habitantes leen entre 6,8 y 6,6 libros en promedio al año, San Andrés y Cartagena el número baja a 3,8 y 3,9 respectivamente.
Pero el país necesita visionarios que entiendan el problema y le apuesten a soluciones desde lo público que puedan disminuir a su mínima expresión la brecha entre la educación pública y privada, donde los libros juegan un papel fundamental. Por estas razones Alejandro Gaviria tiene un inmenso reto y una gran oportunidad para que la educación en este país sea universal, de calidad y con enfoque territorial.
Columnista: Sebastián López Alzate