loading

La empatía hacia la fuerza publica


En Colombia, además con toda la carga que tenemos encima la ciudadanía de corrupción y delincuencia, en estos últimos tiempos venimos presenciando el asesinato de miembros de la Policía, la persecución para ellos, una campaña de descrédito y atentados de toda naturaleza contra quienes, por el contrario, representan la guardia de la seguridad ciudadana, el estandarte de los derechos civiles, la protección a la vida y honra de la comunidad. ¿En qué país estamos viviendo? A todo nuestro baño de sangre continuado, a la escalada de delincuencia en todos los matices, modos y denominaciones, ahora se viene a sumar una actitud que es muy estúpida y absurda.

Comencemos por afirmar categóricamente que si algunos miembros de la Policía cometen errores o delitos, o infracciones o descuidos intencionales o imprevistos, ellos deben responder ante la justicia. Allí no hay punto de discusión. Toda institución del Estado y sus miembros, hasta el mismo presidente de la república, quien sea, deben enfrentar a la Ley si vulneran el Estado de Derecho. Pero de ahí a atacar vilmente a nuestros policías que se juegan la vida a diario por nosotros los ciudadanos y llevarlos al grado de asesinatos por venganza, odio, antipatía o considerarlos culpables de errores inventados o aplicados sospechosamente, ante eso hay una distancia enorme.

Lo primero que tenemos que considerar es recordar que los policías en todos sus grados de la carrera profesional son ante todo seres humanos con sus virtudes y defectos lo mismo que ustedes amables lectores y nosotros los columnistas. Todos tenemos el peligro de equivocarnos, pero preguntamos, esas jóvenes patrulleras apenas recién salidas de la adolescencia acribilladas recientemente en el país, ¿tienen la culpa de esa gigante carga de responsabilidades que tenemos los colombianos con una sociedad hastiada de crímenes, guerras, sangre, secuestros, extorsiones? ¿No eran dos o tres jóvenes, otros varones también, quienes comenzaban a realizar sus sueños de verse vestidos con un uniforme que les llenaría de orgullo el resto de sus vidas?

Debemos darle a la Policía Nacional desde sus Generales hasta el último agente del menor escalafón toda nuestra solidaridad y respaldo, es un deber ciudadano, apoyarlos, ayudarlos, respetarlos, facilitarles su labor. Es una vergüenza mundial lo que estamos mostrando desde este país al exterior. Otra vergüenza más. La Policía es una institución Constitucional, ordenada, estructurada, formada, para defendernos y para cuidarnos. No existe para perseguirnos a menos que nos convirtamos en delincuentes. Pero como los honestos somos el 98% de la población según estadísticas judiciales, ¿cómo es posible que no podamos establecer las prioridades del sentido común, de la lógica, del buen entendimiento ciudadano? Mucho se ha escrito sobre este tema que es materia de un diario discutir, pero es absolutamente ridículo que estemos en Colombia a estas alturas pidiendo protección para quienes tienen que protegernos a nosotros. Es un país de locos, pero algún día tenemos que comenzar por empezar a volver los valores.

Columnista : Sebastián López Alzate

Cultura

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *